martes, 23 de febrero de 2010

CINE NEGRO A LA NORTEAMERICANA: AQUÍ TAMBIÉN PODEMOS HACERLO

Por Raúl Isman
Docente y escritor argentino.
Columnista del Noticiero televisivo
Señal de Noticias.
Colaborador habitual del
periódico Socialista “el Ideal”
Director de la revista
Electrónica Redacción popular.
raulisman@yahoo.com.ar

En el presente texto se analizarán algunos aspectos contenidos en el exitoso film “El secreto de sus ojos” reciente ganador de dos premios Goya y aspirante al Oscar. Los galardones y una constante persistencia del público resultan harto merecidos para la película; que todo espectador puede ver en el cine, adquiriendo una copia formal o de las no tan legales que se venden en cualquier ciudad del mundo. También se puede acceder a una versión bajándola desde la red de redes. Para ello es preciso recurrir, entre otros, al siguiente sitio. http://www.megaupload.com/?d=6AMDIJNZç
Primero reproducimos la ficha técnica y tras cartón, nuestra mirada.

Título: El secreto de sus ojos
Título original: El secreto de sus ojos
Dirección: Juan José Campanella
País: Argentina
Año: 2009
Duración: 127 min.
Género: Thriller
Calificación: No recomendada para menores de 7 años
Reparto: Ricardo Darín, Guillermo Francella, José Luis Gioia, Javier Godino, Pablo Rago, Soledad Villamil
Web: www.elsecretodesusojos.com
Distribuidora: Alta Films
Productora: Tornasol Films, 100 Bares, Haddock Films
Asistente de producción: Guillermo Imsteyf
Casting: Walter Rippell
Departamento editorial: Miguel P. Gilaberte
Dirección: Juan José Campanella
Diseño de producción: Marcelo Pont Vergés
Efectos visuales: Marcelo G. García, Rodrigo S. Tomasso
Fotografía: Félix Monti
Guión: Eduardo Sacheri, Juan José Campanella
Maquillaje: Lucila Robirosa
Música: Emilio Kauderer, Federico Jusid
Producción asociada: Axel Kuschevatzky
Producción ejecutiva: Gerardo Herrero, Juan José Campanella, Mariela Besuievski, Vanessa Ragone
Producción en línea: Federico Posternak
Sonido: José Caldararo, José Luis Díaz, Leandro de Loredo, Rubén Piputto
Supervisor de producción: Muriel Cabeza
Vestuario: Cecilia Monti

Aquí también podemos hacerlo era el (colonial) modo con el cual los cultores nativos del género comedia musical se “disculpaban” por desarrollar en estas tierras feraces un estilo teatral para el cual no estaríamos dotados; contrario sensu a los creadores del norte de América a quienes les resultaría un modo de expresión casi natural. Análogamente puede decirse lo propio de la realización de films siguiendo el estilo policial denominado “negro”, tradición muy destacable y encomiable en la narrativa y el séptimo arte de los E.E.U.U. En efecto, en Gran Bretaña se ha cultivado un tipo de narración policial fuertemente centrada en la capacidad deductiva del especialista (policía o detective), quién resuelve el misterio-más que frecuentemente un asesinato- casi como juego matemático. En cambio, en los E.E.U.U. creció luego de la crisis del ’30 un estilo narrativo que mostraba la relación que necesariamente existe entre el capitalismo, la delincuencia, lo peor de la política y las clases dominantes. Nacido en revistas que publicaban sus obras en formato por entregas; desde las publicaciones baratas pasó casi simultáneamente al séptimo arte y a la edición de volúmenes más sofisticados y contó entre sus cultores a escritores de la talla del gran Raymond Chandler o Dasshiel Hammett, por citar únicamente a los más famosos. Desde los años ’50 se realiza cine negro en la Argentina; aunque pueda decirse que algunas creaciones ostentaban un tono algo bizarro. Cualquiera que conozca mínimamente la historia argentina debería convenir que la totalidad de la misma puede ser vista como un largo relato de carácter “negro”, pero desprovisto de todo carácter ficcional, de manera que ¿por que no? es dable acometer desde estos lejanos confines creaciones siguiendo el estilo nacido en los E.E.U.U.
La película que comentamos fue realizada por Juan José Campanela en base a un guión propio y del autor de la novela original, Eduardo Sacheri. En tal creación se verifica el primer acierto del film: un texto eficaz que plantea ciertas direcciones narrativas; por otra parte sobria y sobradamente resueltas por el director. En la Argentina de Isabel Perón- lo que es decir de la Triple A, organización paraestatal dedicada a masacrar militantes populares- una joven y bella mujer es violada y asesinada. El caso es difícil de investigar y un funcionario judicial pretende inculpar a dos trabajadores de la construcción, previa tunda contra ellos. Benjamín Espósito- el personaje magníficamente interpretado por Ricardo Darín- no es un militante de los derechos humanos ni un héroe, pero se las arregla para desenmascarar la maniobra y lograr la libertad de los golpeados trabajadores. Un recurso muy eficaz en manos de Campanella es la ruptura de la linealidad narrativa en la película. Otro es el uso del humor y la ironía. Con relación a las alteraciones temporales, las acciones transcurren en el comienzo del siglo XXI, época en el que el recién jubilado Esposito decide escribir una novela con la temática del crimen de marras, enmarcada durante los años de Isabel. De ese modo, a través de la trama también se puede reflexionar sobre otra cuestión clásica en el cine y la literatura: la relación entre un relato de ficción (o una película) con la propia realidad. Por momentos, la película parece estar relatando la novela; en otros la propia “realidad”.
“El secreto de sus ojos” permite avanzar hacia descubrir a un probable e hipotético autor del crimen viéndole los ojos a través de fotografías. Detenido el que poco después será confeso asesino, se quiebra y descubre el crimen a través de que la secretaria del juzgado Irene Menéndez-Hastings, excepcional actuación de Soledad Villamil, al ver sus ojos (inyectados de deseo perverso) llega a la íntima convicción de que se trataba del culpable. Las escenas describen el juego psicológico desplegado por la funcionaria judicial para lograr la confesión. Pero poco después el viudo Ricardo Morales (un sobrio Pablo Rago) y Espósito descubren viendo la T.V. que el criminal está a pasos de la viuda de Perón, por entonces presidente. Es que el antiguo funcionario de la justicia que pretendió cargarle a los albañiles el costo del crimen de marras lo ha reclutado en la cárcel para desempeñarse como mano de obra ocupada (en asesinar militantes para las tres A). Reunido con Espósito y Menéndez-Hastings en su oficina hace una verdadera apología de la impunidad; condición que caracteriza a las clases dominantes en nuestro país (y en todo el mundo). Y cuando nuestros personajes se retiran tiene lugar una escena que grafica de modo inigualable una expresión que nunca fue de nuestro agrado; pero que en el contexto del film resulta un enunciado pertinente: una imagen vale más que mil palabras. En efecto, saliendo de la oficina, en el ascensor sube el propio asesino, quién manipula de manera amenazante el cargador de una pistola, lo coloca, apronta el arma para disparar… y se retira sin emitir palabra y sin si quiera mirarlos. La apología de la impunidad de la escena previa resulta complementada por la anterior. No sabemos si una imagen vale más que mil palabras, pero la toma del ascensor vale por lo menos otro tanto.
Una agradable sorpresa en la cinta- como se decía a mediados del siglo pasado- es la actuación de un casi irreconocible Guillermo Franchela como Pablo Sandoval, un empleado judicial que cae en frecuentes borracheras; pero que en el instante final asesinado por las Tres A da muestras de una lealtad encomiable e indoblegable.
La película también reflexiona acerca de dos temas constantes en todo debate interesante: el sentido de la existencia y el amor. Con respecto al primero se hacen preguntas y afirmaciones persistentes durante toda la trama. Al finalizar el film, Espósito logra descubrir el modo que se responde semejante interrogante el viudo. Dejaremos la incógnita sin resolver a fin que quienes no han visto la película aún puedan sorprenderse.
La cuestión del amor se trata a través de la aniquilante y dolorosa desazón del viudo y de la frustración (en 1974) en el romance frustrado entre Menéndez-Hastings y Espósito. En efecto, la dirección (secreta) de los ojos de ambos sugiere que hay algo más que compañerismo. Pero ni uno ni otro se juegan por lo que sienten y la mujer continúa con los planes para un casamiento planeado de antemano. Un cuarto de siglo después, la mujer convertida en fiscal y el hombre en jubilado, el final de la película parece sugerir que al fin se unirán. El amor es pasaje hacia una construcción con expectativas favorables o mecanismo doloroso para que una vida destruida por un crimen siga velando su sufrimiento.
“El secreto de sus ojos” demuestra que aquí, sin dudas, podemos hacerlo. Y habida cuenta del hecho que se gasta mucho menos en filmar en nuestro país que en E.E.U.U., la productividad del trabajo argentino es superior a los E.E.U.U. en el rubro fílmico. También el presente trabajo nos representa mucho mejor que varios productos enlatados que sólo sirven para difundir la ideología del imperio y carecen de todo mérito. Crear, entonces, uno, dos, tres muchos “El secreto de sus ojos”

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