jueves, 2 de agosto de 2012

IMPERIALISMO, DEMOCRACIA Y GOLPES DE ESTADO

Por Raúl Isman (Historiador, académico y escritor argentino)

Julio de 2012

No hay dudas que uno de los frentes más significativos en el que disputamos la hegemonía contra las derechas y el imperialismo que las comanda es el de la construcción de sentido (agenda pública). Tal es el núcleo de la batalla cultural en curso, conflagración decisiva para el presente y el futuro de los pueblos en nuestra América y en el conjunto del orbe.



En los años ’80 resultaba un lugar común entre los cagatintas serviciales al imperio la repetición hasta el hartazgo de un lugar común consistente en afirmar que los golpes de estado se habían ido en nuestro continente para nunca más volver. El corolario inevitable resultaba la repetición hasta el hartazgo que ahora lo necesario eran las “reformas estructurales” (privatizaciones y demás resortes antipopulares). De todos modos, sólo en la última década las asonadas han sido cinco al menos, entre triunfantes y derrotadas. Es que las usinas de pensamiento imperial no se llaman a descanso y así fue que nacieron putchs de nuevo cuño o de “baja intensidad”, como el realizado al finalizar el mes de junio contra el presidente Fernando Lugo en el Paraguay.



Pese a la sofisticación de su implementación, no puede desconocerse que las cuestiones fundamentales permanecen casi invariadas: las derechas, el imperialismo y el poder económico globalizado soportan la “democracia” sólo si esta forma de gobierno queda reducida a su condición de ejercicio más vacía, formal y puramente procedimental y de incondicional servilismo a su servicio. En caso de no darse semejante situación operan para sitiar desde el funcionamiento ordinario o desestabilizar- en una hipótesis de mínima- a los elencos gubernamentales. Y si la realidad política les permite van por todo: desplazar a los gobiernos populares, además de constitucionales que han señalado un nuevo y fructífero rumbo para nuestros pueblos. No es otro el enemigo a barrer: los movimientos sociales, gobiernos independentistas y fuerzas populares que se oponen a los designios derechistas. Un sonoro concierto de silencio mediático enmarca estas maniobras. Si existe una huelga policial desestabilizadora en Bolivia, los medios aturden con la represión en Siria o las amenazas iraníes. Si se desplaza a un mandatario popular, democrático, legal y constitucional sin darle derecho a la defensa- ¡garantía estatuida hace más de dos centurias!- solícitos plumíferos llenan horas televisivas justificando la legalidad de la iniciativa. Lo dicho, la democracia es un derecho que nos conceden sólo en caso que no decidamos nada importante. Frenando Lugo cometió muchos errores: pero fue barrido por abrir una rendija para la verdadera democracia; cuyos enemigos no son Chávez y Correa, si no los terratenientes entre cuyas filas se surten los legisladores que votaron el “juicio político”. Nada simbólicamente, uno de los senadores signatarios de la medida se llama… Alfredo Stroessner, como un dictador que asoló al Paraguay y empobreció a su pueblo durante más de tres décadas.



De modo que el dilema independencia contra subordinación al imperialismo puede ser leído también en términos políticos como democracia sustantiva contra democracia formal o poder popular contra república oligárquíca. En este, la batalla cultural y nuestra labor consiste en demostrar que nada hay más antidemocrático que el imperialismo y en ampliar los destacamentos populares y de clases medias que se referencian en los diversos frentes nacionales. De tal manera será posible aislar y debilitar lo más posible a las derechas, gestoras, actoras y beneficiarias históricamente de los diversos golpes de estado.