EL SIGUIENTE TEXTO ESTÁ EXTRAÍDO DEL BLOG "BOLETÍN NORTINO REBELDE" DEL MIR, FRACCIÓN HISTÓRICA. ES SÓLO UNA PARTE DEL MISMO Y LO PUBLICAMOS POR CONSIDERARLO VÁLIDO PARA EL DEBATE QUE SE DA EN CHILE A DÍAS DE UNA NUEVA ELECCIÓN PRESIDENCIAL. EL TÍTULO DEL ARTÍCULO ES NUESTRO. ÉSTE ES EL TEXTO:
En un primer momento de desconcierto, sectores de la pequeña burguesía y populares han visto en la derecha una alternativa a los gobiernos de la Concertación, sin embargo, la derecha sigue siendo asociada al gobierno militar y al empresariado en el imaginario popular, lo que otorga una ventaja relativa a la Concertación, porque muchos descontentos igual terminan votando por ella de acuerdo a la tesis del mal menor.
El gobierno de Bachelet fue un intento de recrear la vinculación popular con la Concertación a través de una líder carismática, cercana, que se supone tendría en mente las necesidades de su pueblo. Además de ser hija del general Bachelet, un militar constitucional reivindicado por la memoria histórica de la izquierda, la señora provenía también del ala izquierda de la Concertación, de los socialistas que apoyaron la lucha armada contra la dictadura.
En un contexto de reanimación de las luchas sociales, de apertura de un nuevo ciclo de movilización popular, el gobierno de Bachelet lograría contener esa movilización y dar continuidad a la Concertación en la administración del Estado y en la conducción del capitalismo neoliberal. Le daría un sello más social al agente político hegemónico del bloque en el poder.
Comunicacionalmente esa era la idea fuerza, sin embargo, si alguien tuvo alguna duda respecto al carácter del gobierno de Bachelet, bastó conocer el primer gabinete de la presidenta, lleno de neoliberales y oscuros personajes asociados al trabajo de inteligencia y contrasubversión del primer gobierno post-dictadura, para hacerse a una idea de lo que venía tras esa sonrisa.
Sin embargo, el objetivo fue cumplido sólo parcialmente, y si bien logró concitar el apoyo de los comunistas y descomprimir tres importantes movimientos populares, como lo fueron el estudiantil secundario, el de los obreros forestales y el de los trabajadores subcontratistas de la minería, creó otro foco de conflicto social con la implementación del sistema de transporte urbano de la capital, el Transantiago, afectando prácticamente a la totalidad de los habitantes de la capital del país y convirtiéndolo en la gota que rebalsó el vaso del descontento a nivel nacional.
Crecientemente desde entonces, es más baja la capacidad de resolver políticamente los conflictos, y como ya señalamos, el gobierno en toda la línea ha validado el uso de la fuerza contra el movimiento social.
En forma paralela, las tensiones provocadas por la polarización social del país se han traspasado al bloque dominante, y el consenso básico en torno al neoliberalismo, que primó durante los tres primeros gobiernos de la Concertación, se ha resquebrajado impactando al sistema de partidos y al régimen político en su conjunto.
Las alternativas frente a la polarización social, frente a la necesidad de reimpulsar el crecimiento económico, frente a los efectos diferenciales de la crisis en el campo de la burguesía y pequeña burguesía, están reconfigurando todo el sistema de partidos vigente, con la crisis y fraccionamiento de los partidos tradicionales (DC, PS) y la creación de nuevas organizaciones políticas: Chile Primero, de los tecnócratas neoliberales de la Concertación liderados por el senador Fernando Flores (exPPD); el Partido Regionalista Independiente (PRI), que si bien ya existía, recibió al sector de demócratas cristianos expulsados del partido, liderados por el senador Adolfo Zaldívar y que ha emergido con fuerza tras las últimas elecciones municipales en el país; el Movimiento Amplio Socialista (MAS), del senador y candidato presidencial Alejandro Navarro (exPS) y más recientemente el autodeclarado "socialismo allendista" articulado en torno a la candidatura presidencial de Jorge Arrate (exPS). Los últimos dos, buscando articular alianzas con las fuerzas del reformismo extraparlamentario y editar un frente electoral parecido a los que han llevado al gobierno a fuerzas progresistas en Bolivia, Ecuador y Venezuela (o sea, copiando, y copiando mal más encima, porque los comunistas no están considerando en ningún caso esa posibilidad).
Es este descontento social persistente el que ha hecho ver a los dueños del poder y la riqueza la conveniencia de modificar el régimen político y permitir, después de 17 años de rogativas y súplicas del reformismo, la inclusión del PC en el bloque hegemónico, ya que históricamente los comunistas chilenos han aportado gobernabilidad al régimen parlamentario.
La primera medida fue modificar el régimen binominal en la base del sistema, la elección de concejales municipales; por otro lado, la Concertación ha podido mantener en sus manos la presidencia gracias al apoyo de los comunistas en las últimas dos segundas vueltas presidenciales, por lo que el paso siguiente ha sido formalizar esa alianza, a través de un pacto parlamentario y presidencial en las elecciones de 2009.
Así, el agente político hegemónico se renueva generando ofertas socialdemócratas con un mayor perfil social y estatalista, pero también y principalmente, cooptando a la izquierda.
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