miércoles, 30 de diciembre de 2009

Votar por Frei (aunque sea con un broche en la nariz) o favorecer al imperio

Por Raúl Isman

Docente y escritor argentino.
Columnista del Noticiero televisivo
Señal de Noticias.
Colaborador habitual del periódico Socialista “El Ideal”
Director de la revista
Electrónica Redacción popular

raulisman@yahoo.com.ar



En las presentes líneas- escritas bajo la forma de carta abierta para votantes de izquierdas que se abstienen- argumentaremos acerca de algo que ya está anticipado en el título: la necesidad de optar por el mal menor y no resolver el voto hacia el ballotage en cuestiones vaciadamente principistas. Luego de la primera vuelta quedó claro que de convocar en su totalidad al voto de izquierda y progresista, el candidato de la Concertación le hará morder el polvo a Sebastián Piñera, el Maurizio Macri chileno. Y en nuestra modesta opinión no poco es el triunfo popular, más si se logra que el pinochetismo del siglo XXI no fuera legitimado electoralmente. El autor de estas líneas es un observador de la política latinoamericana que no pudo menos que sorprenderse por la absoluta similitud verificada entre los discursos de ambos derechistas citados. En efecto, Lavín hablaba de la delincuencia (inseguridad) y de la necesidad de aportar a un cambio, omitiendo en todo momento precisar a que transformaciones se refería. Igual que Macri. Sería bueno que quienes, desde ka ingenuidad, creen en el discurso del dueño de la empresa aérea consulten a tantos votantes poco críticos que creyeron ilusamente en Macri.

Dividiremos nuestra exposición en una sucinta argumentación teórica; para luego discurrir acerca de los motivos políticos para sufragar por Frei.

En la tradición revolucionaria más lúcida políticamente sólo se acepta votar en blanco, anular el sufragio o abstenerse cuando se dan dos condiciones, a saber:

a)Las masas obreras y populares han superado en conciencia, organización y actividad práctica y autónoma el horizonte conceptual, histórico y político de la democracia burguesa. Y

b)En la sociedad en cuestión no existen condiciones políticas democráticas para participar. De modo que la abstención, en realidad, no es más que la continuidad de la proscripción. La reciente elección en Honduras podría ser un ejemplo de lo que decimos.

Claramente las dos condiciones no se verifican en Chile, más allá de la necesidad de modificar un sistema electoral inficionado por la trampa pinochetista, en el país hermano no hay dudas que existe democracia. De todos modos es evidente que existen infinidad de ejemplos que pueden aducirse acerca de cómo es reprimido el movimiento popular. Pero, si gana Piñera. ¿Habrá más o menos democracia; más o menos represión? La respuesta nos parece obvia.

Por otra parte la conciencia y la actividad autónoma de las masas chilenas han quedado por debajo de lo que se verificaba hasta el triunfo dictatorial de 1973. El rechazo y el escepticismo hacia la actividad política- que puede verificarse en toda América Latina y en el mundo- es en realidad una postura inducida e impulsada por el poder real para favorecer la vigencia de opciones conservadoras. Sólo una lectura infantil e impresionista puede confundirla con la superación por izquierda de la democracia parlamentaria. Este es el punto decisivo, que además nos conduce a mensurar si conviene defender un voto crítico por Frei o manifestarse por las diversas formas del abstencionismo.

Las posiciones que toman en política organizaciones sociales, partidos revolucionarios o reformistas, agrupaciones sindicales, intelectuales izquierdistas y todo colectivo contestatario deben ser resultado de una reflexión; en la cual- en nuestra opinión- un primer punto de análisis central y necesario es el conflicto decisivo en nuestra América. Es decir, el enfrentamiento entre los gobiernos independentistas y el imperio del norte. Una cuestión que debe ser pensada por los votantes es si a Chávez, Evo y Correa les da lo mismo Frei que Lavin. Modestamente nuestra opinión se inclina sobre la afirmación que no es lo mismo. En ocasión del bombardeo que Colombia hizo en Ecuador el 1 de marzo de 2008, en la conferencia de UNASUR posterior la presidente Michelle Bachelet no alineó su diplomacia de modo automático e incondicional con los E.E.U.U y su alfil neogranadino. O cuado la derecha pretendía desplazar por medio de un golpe a Evo Morales, hacia septiembre del 2008. Si gana Piñera y Chile se alinea sin más trámite con Colombia, Méjico y Perú, implicaría un retroceso del A.L.B.A., aunque por cierto la patria de O’Higgins no juega en el bando bolivariano. Para decirlo fácil, no es lo mismo un elenco gubernamental alienado con pitos y matracas con el imperio que otro muy vacilante frente a la potencia del mal. Esas son las opciones y es preciso no equivocarse al elegir. Por otra parte, no puede soslayarse que el resultado en Chile influirá en el resto de América. El triunfo del Frente Amplio uruguayo, como el de Evo en Bolivia, alteró el mapa triunfalista del imperio. Y si la derecha se impone en Chile o en Brasil, no dejará de influenciar en la Argentina; donde el gobierno nacional y popular presidido por Cristina Fernández se halla jaqueado por fuerzas reaccionarias y de una supuesta “izquierda”.

En el plano interno de lo que ocurre más allá de la cordillera, nuestra opinión discurre por senderos similares. No se nos escapa que la Concertación gobernante careció de voluntad e iniciativa política para modificar los condicionamientos políticos, institucionales y legales que la infame dictadura de Augusto Pinochet le deparó a la etapa democrática posterior. Pero votar por Frei abre el camino para proseguir el debate de los necesarias trasformaciones a implementar. Con el voto (por vía de la abstención) a Piñera se cierra casi definitivamente la posibilidad de desarrollar cambios institucionales en el plazo más breve. La segunda vuelta electoral puede ser una oportunidad para fijar, mediante un pacto, una agenda de modificaciones institucionales que permitieran una vida más democrática; tal como el pueblo chileno merece. En especial debe controvertirse el forzado bipartidismo ideado por el genocida ya muerto; cuya finalidad esencial es obturar la llegada de nuevas agrupaciones políticas a la representación parlamentaria.

La represión de los movimientos sociales debe ser puesta sobre el tapete a los efectos de arrancar algún compromiso a la fuerza oficialista- a cambio del voto- que no se tratará a los sujetos que canalicen sus demandas por medio de protestas con los “modales” acostumbrados. La represión salvaje a los mapuches debe finalizar de inmediato; así como las violaciones tan comunes a los derechos humanos.

La creación de un sistema educativo democrático, con contenidos críticos, que prepare ciudadanos libres y aptos para el trabajo digno, público y gratuito puede ser otro de los puntos decisivos que las fuerzas de izquierda pueden negociar con el oficialismo a cambio de un apoyo crítico. Nadie puede esperar que el pinochetismo mueva un dedo para ello. La concertación se ha abstenido en dos décadas de avanzar por este necesario camino. Pero si gana Lavín, semejantes reivindicaciones estarán mucho más lejos.

En el plano económico-social no es un secreto para nadie que poco y nada se alteró en Chile del neoliberalismo salvaje instaurado por la dictadura genocida. El solo hecho que los continuadores del chacal hayan obtenido mas de 44% en la primer vuelta y pueden imponerse en la segunda da cuenta de las dificultades para modificar tal matriz perversa. No es el momento de debatir las causas por las cuales el pinochetismo ostenta semejantes niveles de aceptación. Lo que debe quedar claro es que un eventual gobierno Lavín traerá mas saqueo, más privatizaciones, más precariedad laboral, más represión, menos acceso a la vivienda para los más pobres, menos educación y más cara. Menos derechos en general, en suma. De modo que en estas cuestiones queda claro que una presidencia Frei no alterará semejantes injusticias. Pero es el contexto en el cual los chilenos pueden luchar por sus derechos. El gobierno del yuppie colocará a los sujetos subalternos varios escalones más abajo.

Concluyamos, sólo el pueblo salvará al pueblo. Pero para que el pueblo salve al pueblo es preciso que sepa elegir matices en una elección de segunda vuelta, muestre pericia para la negociación y fina sensibilidad política para actuar. Y voluntad indomable para luchar por sus derechos y bienestar. Que sólo se pueden lograr en el marco de la gran patria latinoamericana. En la segunda vuelta, votar por Frei, aunque fuera con broches en la nariz. O el triunfo de la derecha será un logro del imperio; siempre dispuesto a capitalizar las derrotas y errores populares.

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