domingo, 19 de mayo de 2013

La muerte de una escoria denominada VIDELA (tres notas)

Pablo Cingolani Videla. No voy a celebrar la muerte de este señor pero sí la justicia histórica de que lo haya hecho preso, en una celda de una cárcel argentina. Eso nos honra a todos los que creemos en la libertad, que este señor nos negó a todos, pero de manera particular a nosotros, a los de mi generación. Yo tenía 13 años cuando este traidor encabezó el golpe militar más criminal y vergonzoso de nuestra historia, y uno de los más sangrientos y perversos de toda la historia del mundo. Ni modo: nos volvimos militantes, demolimos hoteles como grita Charly García, para enfrentarlo, para que se vayan él y todos los milicos y no vuelvan nunca más. Creo con firmeza que hoy, en la Argentina, son mayoría los que creen que Videla y todos los asesinos de uniforme y los civiles pillos que robaban a su sombra son una lacra que tuvimos que padecer, son un cáncer que curamos, son excremento que pusimos en el museo de la basura nacional para que nadie se confunda y sepa lo que es la mierda. Y eso, también nos honra. Videla fue el símbolo de lo peor de la Argentina, de su peor momento histórico, del peor entreguismo y sometimiento a los poderes internacionales, de la peor falta de humanidad, de lo peor de lo peor. Videla era un símbolo de todo lo que uno puede detestar, puede condenar, puede combatir. Videla fue el representante de esa Argentina que nunca quisimos y que nunca vamos a querer: la Argentina donde se mataba, se secuestraba, se hacía “desaparecer” a miles y miles de personas. Este señor fue el que dijo que iban a morir todos los que fueran necesarios, y así lo hizo de la manera más cruel e infame. Videla y sus secuaces fueron los que masificaron la figura del “detenido-desaparecido” por primera vez en el mundo. Videla fue un asesino serial, un carnicero del pueblo, un secuestrador de bebés: alguien a quien no podremos olvidar jamás por sus crímenes aberrantes pero menos vamos a poder perdonarlo. Hasta que uno se muera, lo único que vamos a sentir por él es asco, un asco infinito por lo que hizo, por lo que fue capaz de hacer. Y la única manera en la que lo recordaremos, fue como siempre lo nombramos: como el hijo de puta que fue, y que lo fue hasta el final, incluso provocando con soberbia a los gobiernos democráticos. Videla ni siquiera fue un enemigo digno: no respetó ninguna regla, no tuvo códigos ni honor. Lo que hizo con las criaturas, con los bebés de nuestros compañeros, fue monstruoso. Es imposible tener respeto por alguien como él. Ni piedad. Videla se merece que su nombre siempre sea asociado a la infamia y a la cobardía. Videla –con el otro mal nacido de Martínez de Hoz, su ministro de economía- fue el culpable de destruir la Argentina, de hundir a los argentinos en una pobreza que desconocían, de saquear sin tregua, de venderla por dos pesos. Por esto, tampoco debe tener perdón, por el daño que le hizo a los más humildes, a los más vulnerables, al conjunto de nuestro pueblo. No celebraré su final pero si voy a recordar con alegría a todos mis compañeros muertos. Ellos, los que lo dieron todo por una Argentina justa, son los que se merecen nuestro reconocimiento y nuestro fervor. Con ellos, sí celebramos, pero la vida y la libertad que nos legaron con su sangre derramada por todos, a nombre de todos. Yo quisiera nombrarlos a cada uno de ellos pero voy a hacerlo nombrando sólo a dos: a Santucho y a la Vicky Walsh –ambos murieron enfrentando al ejército de Videla con las armas en la mano. Nunca se rindieron ni se rendirán jamás porque en la eternidad también los vencimos, los vencemos y los venceremos siempre. Ellos, se seguirán pudriendo en el horror que nos impusieron. Los nuestros, en la memoria agradecida que les tenemos, en la lucha por la liberación que continúa día a día, en el amor por la causa que compartimos, siguen vivos, siguen con nosotros, tan adentro, que caminan con nosotros, se abrazan con nosotros y nosotros los abrazamos a ellos. ¡Salud, hermanos! ¡Salud, compañeros! Hoy y siempre los recordamos y celebramos con ustedes lo mejor que nos brindaron: el ejemplo, generoso e invencible, que nos dieron. LA MUERTE DE JORGE RAFAEL VIDELA. Hernán Andrés Kruse. En las últimas horas falleció Jorge Rafael Videla, el dictador que condujo los destinos del país entre 1976 y 1981. En agosto de 1975 Videla asumió la conducción del ejército en reemplazo de Alberto Numa Laplane. La economía había colapsado a raíz del rodrigazo y López Rega había abandonado primero el gobierno nacional y luego el país. “Isabel” era un títere manipulado por el poder gremial liderado por Lorenzo Miguel y nada podía hacer para detener el baño de sangre que se había desatado en el país. Las organizaciones terroristas y la AAA se habían declarado la guerra transformando la Argentina en un gigantesco cementerio. El ascenso de Videla al estrellato castrense marcó el comienzo de la planificación del golpe contra el gobierno peronista. Los grandes medios comenzaron a publicar solicitadas de importantes instituciones del establihsment donde se destacaba la imperiosa necesidad de retornar al orden. En diciembre un sector de la fuerza aérea se sublevó pero fracasó al no contar con el apoyo del grueso de las fuerzas armadas. Pocos días después se produjo el intento de compamiento del regimiento militar situado en Monte Chingolo por parte de la subversión. Ese día la guerrilla montonera y erpiana dejó de constituir un peligro militar para las fuerzas armadas. Sin embargo, los medios de comunicación continuaban alertando sobre el peligro subversivo. Durante el verano de 1976 era evidente que el gobierno de “Isabel” caía en cualquier momento. El golpe del 24 de marzo de 1976 fue la crónica de una destitución anunciada. En la madrugada de ese día la presidenta fue secuestrada y alojada en calidad de detenida en el sur del país mientras una junta militar compuesta por Jorge Rafael Videla, Emilio Eduardo Massera y Orlando Ramón Agosti se hizo cargo del país. La sociedad respiró aliviada. Estaba harta de tener miedo. Los grandes diarios nacionales le dieron la bienvenida a la junta militar que al poco tiempo designó como presidente de la nación al teniente general Videla. Las fuerzas armadas tenían en mente poner en práctica una profunda regeneración de la Argentina. Los militares y los ideólogos civiles estaban convencidos de que había que terminar de una vez por todas con la demagogia populista, la violencia subversiva y la decadencia de la clase política argentina. La subversión fue considerada por las fuerzas armadas un peligroso tumor que había que extirpar cuanto antes. Mientras tanto, implantaron una dictadura legal por tiempo indeterminado. Desde el principio se habló de objetivos, no de plazos. Era por demás evidente que los militares pretendían quedarse en el poder por muchos años hasta tanto no tuviera éxito el proceso de regeneración del cuerpo social argentino que tenían en mente. Dicho proceso implicaba, fundamentalmente, el reemplazo de la vieja dirigencia política y gremial por nuevas camadas de políticos y sindicalistas consustanciados con los objetivos liminares del “Proceso” y la implantación de un sistema económico basado en el poder financiero. Para el logro de semejante objetivo no quedaba más remedio que domesticar a la sociedad. El miedo a la subversión marxista sirvió para legitimar el nuevo sistema de dominación que se estaba implantando en el país. Apenas tomó en sus manos las riendas del poder, la Junta Militar se abocó a la sucia tarea de eliminar los “gérmenes nocivos” del cuerpo social: sindicalistas de base, guerrilleros que quedaban con vida, periodistas e intelectuales; todos aquellos que no estaban dispuestos a tolerar las nuevas reglas de juego. Los militares decidieron poner en práctica las lecciones que dejó para la posteridad la represión ilegal francesa en Argelia. Convencidos de que el “mundo libre” no toleraría la implantación de la pena de muerte, los militares decidieron aplicar el método de la capucha clandestina para eliminar los “elementos díscolos”. En realidad, el terrorismo de Estado había comenzado a ser aplicado en la provincia de Tucumán a comienzos del año anterior, al ponerse en ejecución el “Operativo Independencia” ordenado por “Isabel” para aniquilar a la guerrilla erpiana. La Junta Militar sistematizó el terrorismo estatal, lo transformó en una práctica clandestina de eliminación de personas de índole institucional. Sin embargo, el “Proceso” se esmeró en presentarse ante el pueblo argentino y al mundo como un sistema de gobierno civilizado. Los militares redactaron una serie de documentos que consagraban el cariz legal e institucional de la dictadura. Tan importantes fueron que estaban por encima de la constitución nacional. En ese esquema, Videla fue el primer presidente de facto. Junto con Massera detentaron el poder absoluto. A pesar de sus notorias diferencias políticas, económicas e ideológicas, ambos coincidían en la necesidad imperiosa de aniquilar a la subversión en las sombras. Videla estaba firmemente convencido de que Dios lo había elegido para conducir una cruzada en contra del terrorismo marxista. Creía que Argentina podía transformarse en la Cuba sudamericana y no estaba dispuesto a permitirlo. Mientras tanto, el todopoderoso ministro de Economía, Martínez de Hoz, comenzaba a sentar las bases del modelo económico neoliberal. Junto con Martínez de Hoz, Videla encabezó el sector “liberal” del “Proceso”. Este binomio estaba convencido de que el país necesitaba imperiosamente un profundo proceso de restauración en todos los niveles: político, económico, social, cultual y, fundamentalmente, ético. Ambos creían que la última experiencia peronista en el poder había sido una pesadilla. En consecuencia, algo había que hacer para que nunca más se repita. Conscientes de que su plan no gozaría del consenso de los argentinos, decidieron imponerlo a sangre y fuego. En este sentido las fuerzas armadas actuaron como institución. Fue la institución castrense la que implantó el terrorismo de Estado. Fue la institución castrense la que legitimó los centros clandestinos de detención, los vuelos de la muerte y los cementerios secretos. En este sistema Videla ocupó la cima. Junto con Massera, fue la autoridad suprema. Todo lo que se hizo en materia de represión ilegal contó con su visto bueno. Pero no estuvo solo. Videla fue la cabeza de una vasta estructura compuesta por militares y civiles que le dieron su apoyo. Videla hizo lo que hizo porque recibió la bendición del establihsment y, conviene no olvidarlo, de la república imperial. En ese momento Gerald Ford se estaba despidiendo de la presidencia de los Estados Unidos y había dado su bendición al derrocamiento de “Isabel”. Internamente, recibió el apoyo de la jerarquía eclesiástica, de los grandes medios de comunicación, del grueso de la dirigencia política y, hay que reconocerlo, del grueso de la sociedad. Con posterioridad al 24 de marzo Videla como presidente de facto y la dictadura como sistema de dominación gozaron de un amplio consenso. Mientras tanto, la guerrilla, pese a estar imposibilitada militarmente de triunfar sobre las fuerzas armadas, continuaba con sus esporádicos y certeros golpes que no hacían más que legitimar el accionar represivo del “Proceso”. Videla jamás se arrepintió del terrorismo de Estado. No sólo no lo hizo sino que reconoció que si se volviera a repetir el contexto histórico no dudaría en aplicar nuevamente el método de la capucha clandestina. Creo que Videla siempre estuvo convencido de que el populismo era la antesala del comunismo. Creyó sinceramente que a fines de 1975 el país estaba al borde de la disolución y que si la guerrilla marxista ganaba la guerra el marxismo-leninismo se adueñaría del poder y no lo largaría jamás. Videla jamás manifestó remordimiento alguno por la tragedia de los desaparecidos. Siempre creyó que la justicia civil no estaba facultada para juzgarlo. Jamás toleró la decisión de Alfonsín de juzgarlo en 1985 y la de Kirchner de abolir el indulto de Menem. Siempre creyó que esos juicios no fueron más que la venganza de la subversión. Para Videla hubo una guerra y él resultó victorioso. ¡Cómo es posible, entonces, que haya pagado un precio tan alto por haber salvado a la nación de las garras del comunismo internacional! Es probable que jamás hubiera imaginado que algún día se sentaría en el banquillo de los acusados para responder por los desaparecidos. Creo que siempre esperó, en vano, un agradecimiento del pueblo por los servicios prestados. Es probable, entonces, que en los últimos años de su vida haya incubado en su alma un profundo rencor hacia la sociedad argentina. ¡Cómo es posible, se habrá dicho en más de una oportunidad en la soledad de la prisión, que los argentinos hayan permitido que fuera juzgado y condenado por haber vencido a la subversión! Jamás comprendió que se lo juzgó por haber torturado a gente indefensa, por haber ordenado el asesinato a sangre fría de miles de personas, por haber traicionado el espíritu sanmartiniano de las fuerzas armadas. Jamás comprendió que en su afán por purificar a la Argentina no hizo más que sembrar el territorio nacional de centros clandestinos de detención. Acaba de morir Jorge Rafael Videla. Momento oportuno para que aquellos argentinos que tienen buena memoria reconozcan, en la intimidad de sus hogares, que respiraron aliviados cuando se enteraron el 24 de marzo de 1976 de que por fin las fuerzas armadas habían puesto fin a una situación que consideraban insostenible. Hernán Andrés Kruse. Rosario-hkruse@fibertel.com.ar Murió Videla en la cárcel argentina sin pagar sus asesinatos. ¿Qué hacer? Pedro Echeverría V. 1. Hoy se publica que murió en la cárcel argentina uno de los más grandes asesinos de la humanidad: el general Jorge Rafael Videla, quien encabezó uno de los golpes militares más crueles en 1976. Se podría decir: Ni modo, así mueren esos píos, –debiendo cientos o miles de vidas- estos terribles generalotes que, junto a los funestos políticos que sólo piensan en dominar, se imponen a la mayoría de habitantes de los pueblos. ¿Puede olvidarse que en marzo de ese año encabezó, junto a Emilio Eduardo Massera y Orlando Ramón Agosti, el golpe de Estado que derrocó a la presidenta Estela Martínez de Perón (viuda de Juan Perón), disgregó a los partidos políticos y cerró las sesiones del Congreso Nacional, dando comienzo al llamado Proceso de Reorganización Nacional? 2. Los golpes de Estado militares parecen haber estado en Argentina siempre a la orden del día. Puede recordarse el que derrocó a Perón en 1955 después que cuatro años antes fuera reelecto; el que sufrió Frondizi en 1962 encabezado por el general José María Guido; el que tiró del gobierno a Arturo Illía jefaturado por el general Onganía. El gobierno de 10 años de Carlos Menem (1989-99) no puede llamarse golpe de Estado porque subió por la vía electoral, pero impuso el neoliberalismo, fue extremadamente privatizador y creó las condiciones de crisis económica que daría lugar en diciembre de 1999 al gobierno de De la Rúa, a la fuga de capitales, al “corralito”, a la dolarización y al gobierno devaluador de Rodríguez Saá, así como a los caceroleros. 3. Estos generalotes, como Pinochet en Chile, los Somoza en Nicaragua, los Strossner en Paraguay y el mismo Videla en Argentina, repetían –como lo hizo el “demócrata” civil Díaz Ordaz en 1968 en México (con el aplauso ensordecedor de todos los legisladores)- que con la brutal represión y asesinatos a los estudiantes “se estaba salvando a la Patria del comunismo”. Fueron entre 8 mil y 30 mil las desapariciones forzadas de seres humanos, y a dos días del golpe, el imperio yanqui declaró: “La Argentina no era gobernable, el golpe es claramente una opción probable. Creo que debemos esperar bastante represión, probablemente una buena ración de sangre, en Argentina antes de que pase mucho tiempo. Creo que van a tener que buscar duro, no sólo a los terroristas sino a los disidentes de los sindicatos y sus propios partidos» 4. No debe olvidarse que en 1973 el peronismo fue nuevamente legalizado y triunfó en las elecciones presidenciales. (Perón fue electo en 1946 y reelecto en 1955 e ilegalizado) Que tras la renuncia del presidente Héctor Cámpora, Perón fue electo presidente por tercera vez, pero moriría menos de un año después. Lo sucedió su Vicepresidenta y tercera esposa, Estela Martínez de Perón cuyo gobierno se caracterizó por un acelerado deterioro de la situación interna, producto de la crisis del petróleo de 1973 y la generalizada violencia política. El 24 de marzo se produjo el golpe de Estado militar que duraría hasta 1983. Al parecer fue la derrota de Argentina en las Islas Malvinas en 1982 uno de los factores que llevó al colapso al régimen militar y el llamado a elecciones generales el año siguiente, mismas que fueron ganadas por Raúl Alfonsín de la UCR. 5. No podré olvidar que mis amigas Neka Jara y Estela, estando en el Foro Social Mundial de Brasil, me contactaron y me llevaron a Argentina para estar ocho días de campamento cerca del Movimiento Piquetero en lucha. Antes de conocer “como cualquier turista” la ciudad de Buenos Aires conocí en recorridos y reuniones parte del “Gran Buenos Aires”, es decir, muchas poblaciones con decenas de campamentos con miles de desempleados que en enero de 2001 rodeaban a la ciudad, bloqueaban las rotondas (glorietas en México) más importantes, con el fin de obligar al gobierno de Duhalde a otorgar “planes de trabajo”, dinero para construir panaderías, lavanderías, etcétera, para el autoempleo colectivo. 6. Allí estaba parte de la izquierda argentina que, como la mundial, no ha encontrado el camino para derrotar a su burguesía. En aquel país se han vivido procesos políticos importantes: dictaduras, golpes militares, falsas democracias, gobiernos populistas, que sin duda le han dado al pueblo un gran aprendizaje –quizá la más alta conciencia en América Latina- pero hasta hoy parece inexplicable que la clase trabajadora (el pueblo mayoritario) no haya logrado imponer un gobierno que esté a su servicio. Durante mucho tiempo se supo que la clase obrera argentina era la más desarrollada y organizada, que sus intelectuales y pensadores de izquierda eran muy creadores, incluso que su nivel de vida era de los más altos, ¿Qué pasó entonces? 7. Después de aquella gran crisis económica, política y social provocada por el brutal neoliberalismo del gobierno de 10 años de Menem y el breve gobierno de Duhalde, aparecen en escena los Kirchner en este país que hoy cuenta con unos 43 millones de habitantes, teniendo a Buenos Aires como la gran capital con más de 14 millones. Néstor pudo frenar la caída brutal de la economía: pero la aparición en escena del venezolano Hugo Chávez, del boliviano Evo Morales y del brasileño Lula Da Silva, ayudaron a los nuevos gobernantes argentinos (Néstor y Cristina Fernández) a componer un poco la situación política del país. Esto no le agrada al imperio de los EEUU, pero tiene que soportarlo. (17/V/13) http://pedroecheverriav.wordpress.com pedroe@cablered.net.mx

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