Por Raúl Isman.
Historiador y Académico argentino.
Junio-julio de 2014.
Que la Suprema Corte de “Justicia” de los E.E.U.U. haya fallado a favor de los más que rapaces fondos buitres y contra la Argentina sólo puede sorprender a observadores cómplices o muy ingenuos. En este último caso, tal ingenuidad es rayana con la franca estupidez. Sólo así pueden creerse relatos tales como la “independencia” del poder judicial, base fundamental del orden republicano y majaderías de similar tenor. La muy mal llamada “gran democracia del norte” apenas (mal) encubre una cruel dictadura del capital industrial-militar-bancario contra los pueblos del mundo y en perjuicio de los propios sectores subalternos usamericanos. En tamaño despotismo la cúspide del sistema judicial de los E.E.U.U. ni siquiera se preocupa por disimular su perversa parcialidad. Los mártires de Chicago, Sacco y Vanzetti, una verdadera multitud de negros linchados por el Klu-Klux-Klan (sin siquiera un miembro de tal secta procesado) son un somero listado de tantos crímenes legalizados desde el más alto tribunal de justicia.
En nuestro siglo XXI, la muerte de más de un millón de civiles iraquíes, la destrucción de ciudades enteras y reliquias históricas de valor inclaculable, la contaminación de las fuentes acuíferas en el varias veces milenario territorio civilizado (todas “hazañas” debidas a la gavilla conducida por George Busch) no han ameritado ni siquiera una declaración de tamaños criminales de guerra. Lo dicho, sólo un cómplice o un repetidor serial de estupideces podría afirmar la “independencia e imparcialidad” de un tribunal que a lo largo de la historia funcionó como taparrabos jurídico de la prepotencia burgueso-imperialista y en los días que corren funciona como fuerza de tareas “legal” de los saqueadores financieros. El fallo no sólo pisotea principios jurídicos. Demuestra palmariamente que una de las bases morales y filosóficas del capitalismo (la creencia en que la extrema laboriosidad conduce a la mejoría y el progreso para personas, clases sociales, instituciones y gobiernos) no pasa de ser un señuelo caza-bobos. Si un fondo de inversión (más bien de rapiña) compra bonos devaluados a precio de remate y luego acciona judicialmente para obtener rentabilidades por encima del 1500% el mensaje es muy claro. Quienes accedieren a tales negocios rapiñeros brindarán con champagne durante una fiesta pretendidamente interminable, mientras que el resto del universo- privado por completo de justicia- debería muñirse de ametralladoras para hacerle sonar a semejantes piratas posmodernos el merecido y correspondiente escarmiento. Pero esa no es la salida. La unidad de pueblos, movimientos sociales y los gobiernos que se sumaren a enfrentar la prepotencia imperial (los fondos buitres son apenas un emergente financiero de semejante atropello) pueden dar una condigna respuesta basada en la condigna defensa de los intereses nacionales y populares. La presente es apenas una batalla más en una larga guerra en la que venceremos o perecerá la humanidad entera, sacrificada en el altar de la insaciable voracidad del gran capital.