Por Raúl Isman.
Historiador y Académico.
En un ya antiguo pero no ajado conceptualmente volumen escribíamos hace ya más de una década que “la reestructuración capitalista en marcha, que algunos autores llaman ajuste estructural, tiene por condición de posibilidad la división entre si- y si es posible el enfrentamiento mutuo- de los sujetos víctimas de tal política de reconversión”. Era un modo sosegado de referirnos al desgarramiento que hoy atraviesa a toda nuestra América. Puede mencionarse como izquierda contra derecha, desde la politología. Puede decirse que se trata de la vida contra la muerte, desde lo emotivo. Pero en esencia hablamos siempre del mismo continuo e irresuelto conflicto: los pueblos resistiendo y enfrentando al poder económico globalizado.
Tomando conciencia y claridad de lo que más arriba enunciábamos resultan inteligibles los acontecimientos desarrollados la pasada semana en las barriadas más postergadas de la opulenta ciudad de Buenos Aires. Los vecinos pobres de la ciudad fueron presionados- por una larga y antigua campaña mediática que los sujetó apropiándose de su capacidad conceptual- para estigmatizar a quienes estaban aún más abajo en la escala social y que habían ocupado un predio. La T.V. fue pródiga en darles aire y micrófono a quienes sentían violada la paz de sus vidas por la cercanía de los “feos, sucios y malos”. La situación referida alcanza para corroborar lo dicho al comienzo del presente editorial. Pero sería incompleto si no se hiciera mención a que la violencia discursiva clasista, racista y xenófoba desplegada por los ciudadanos en cuestión es el contexto legitimador de la violencia que se desató muy poco después contra los ocupantes. Se discute aún si son tres o cuatro los muertos. Pero lo que está fuera de debate es que todos los caídos se reclutan entre los sin vivienda. No obstante, los medios de comunicación embusteros los acusan de crear la violencia; cuando en rigor son quienes la padecen. Punteros de la derecha fueron el brazo asesino con la muy visible finalidad de desgastar y debilitar al gobierno nacional, habida cuenta que se encamina a un triunfo electoral. Las cosas son tan evidentes que la mayor parte de la aviesa oposición se ha llamado a silencio para no quedar pegados a maniobras tan torpes como golpistas. De modo que- a nuestro entender- resulta irrefutable que el neoliberalismo es sinónimo de muerte: los marginados son condenados a una supervivencia lastimosa y mendicante; mientras que quienes resisten son masacrados con métodos peores que los de la guerra Todo esto a vista y paciencia de los ciudadanos “bien pensantes” que avalan tamaña agresión genocida. Estos últimos recitan dócilmente el discurso armado por el poder porqué desde sus ingenuas ilusiones creen que a la derecha le temblará el pulso a la hora de dejarlos sin trabajo, sin vivienda, sin pan.
No hay otra posibilidad para todo militante progresista, nacional, popular o de izquierdas que cerrarle el paso a la reacción en su plan golpista. No se trata de que se agrupasen todas las fuerzas acríticamente en nuestro proyecto. Si es obligatorio identificar cual es el enemigo real: lo dijo la presidente con enorme precisión política e indudable vuelo literario: “porque esto, amigos y compañeros, no es que se desmadró, esto se apadrinó, que es diferente”. Quienes no frecuentan la política argentina tal vez no sepan que el padrino es un referente de la derecha telúrica muy ducho en provocar desmanes cuando desea desestabilizar un gobierno. “Casualmente” el susodicho grodfather se hallaba de periplo en los E.E.U.U., mientras lo relatado se desarrollaba.
Un filosofo de la derecha decía: “Argentinos a las cosas”, para plantear que había que ir a lo profundo. Hoy ir a las cosas pasa por denunciar y detener a los padrinos del imperio. Quienes desde el guetto pequeño y miserable de la pureza ideológica no comprendan las coordenadas de la hora harán su tradicional e insignificante papel de ala izquierda de la reacción. Serán fieles a los principios desde sus mesas de café; pero no aportarán nada para el pueblo.
lunes, 27 de diciembre de 2010
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